La Televisión Enseña

La Televisión gobierna la Nación

Sin duda ya todos lo saben. Programas educativos, manualidades, cocina, historia etc. Las televisoras lo saben, los productores lo saben, los publicistas y cineastas; y la gente inconscientemente asimila toda la información presentada en bandeja de plata. Obviamente hay otras condiciones humanas que son reacciones por  la exposición de videos y sonidos atreves de la televisión, pero no me enfocaré en eso ahora.
Partiendo de esta premisa, hagamos el ejercicio de evaluar el contenido de los programas en un rango de 20 años promedio y notarán un cambio drástico en la manera que la televisión hoy en día nos «entretiene». Y cuando hablo de contenido, solo me refiero a la programación más básica que un panameño de clase media puede llegar a costearse.


Y creo yo que este cambio drástico se da desde el momento en que los programas dejaron de escribirse por creativos profesionales que elocuentemente desenvolvían la narración como quien descubre un tesoro y se convirtieron en un servicio de comida rápida, dirigido por accionistas y especuladores.

Lastimosamente esto se ve a diario en las transmisiones semanales de series que al final solo consumen el tiempo del espectador como pólvora, dejándolo satisfecho de un producto servido y consumido, pero con la mente y el corazón vacío sin haber aprendido nada nuevo. No menciono ninguna de estas series porque la idea no es atacar el producto sino el concepto.
Pero mirando más allá de lo que la economía del panameño promedio le permite, se pueden encontrar series edificantes, que graban en el espectador su historia como un tatuaje en el pecho; y aquí si pongo un ejemplo: «Pillars of the Earth» basada en el famoso libro del mismo nombre de Ken Follet, donde los guionistas hacen un trabajo estupendo en sintetizar el libro sin perder su esencia. Dando a revelar que los escritores y guionistas de calidad no se encuentran en los conglomerados empresariales de televisoras multinacionales y que por supuesto su trabajo cuesta más. Pero no con esto quiero decir que para ver buena televisión hay que gastar más, si el televidente no tiene cierto prejuicio frente a lo que se le sirve, será víctima de los lavados cerebrales que aprendieron los productores con Leni Riefenstahl y su propaganda  del tercer Reich.

En conclusión plantearé ciertas interrogantes que todos debiéramos hacer a la hora de seguir una serie por una o varias temporadas (años) seguidas:
¿Qué esperas conseguir?

¿Ver si el personaje X se enamora o deja al personaje Y?

¿Relajarte con algo poco informático, melódico y de colores pasteles? (Que realmente es una contradicción porque el hecho de «ver televisión» no es una actividad relajante, ya que el movimiento de la pupila enfocando cortas distancias dentro de un mismo campo durante varios minutos consecutivos cansa y de estos hay numerosos estudios pero más enfocados hacia el cansancio visual en el trabajo con computadoras que con televisiones.)
¿O buscas ver algo que te inspire, te apasione o te rete intelectualmente a estar a la altura del video? El cine francés apunta mucho a esta dirección. No soy especialista cineasta  pero lo poco que he visto hace siempre que el filme me quede dando vueltas en mi mente por semanas.
Para finalizar mi consejo es:
No enciendan la televisión por encenderla, ni para ustedes ni para sus hijos. Analicen, piensen que les gustaría ver en ese momento. No naveguen el «dial» del televisor varias veces en círculo esperando encontrarse con algo que remotamente les interesa. Sean sinceros con ustedes y si no encuentran nada bueno, lean un libro, naveguen en internet ya que hay muchos servicios gratuitos que ofrecen programaciones de calidad, hagan lo hagan no le regalen su valioso tiempo a los comerciales y a la «caja tonta».