Dios se fue de Panamá.

Ayer me confesó un Párroco sin fe, mientras me tiraba en la mano el Cuerpo de Cristo sin ninguna palabra de consagración y sin ningún respeto, que definitivamente Dios se fue de Panamá.

Por mucho tiempo amó este tajo de tierra bañado por sus dos mares uniendo sus dos continentes, lo bendijo con abundancia y sueños; lo puso a prueba más de mil veces y mil veces quedo satisfecho.

Tan único que lo lleno de maravillas de su creación, especies únicas de animales plantas y personas. Tan único que en el, por mucho tiempo habitó.

 

Pero con el tiempo todo cambio, nos libró de mil y un batallas, sin embargo volvimos a batallar sin razón.

Hoy la vida aquí no vale nada, todos los días morimos en las calles y asesinados. Todos los días nuestras manos de sangre se han manchado.

Hemos mal interpretado su palabra para volverla un pseudo-culto rutinario mal administrado. Utilizándola para nuestros propios placeres mundanos.

 

Hemos callado.

 

Nos solidarizamos con los dolores del mundo cuando son reportados como «tragedias mundiales» por medios publicitarios. Pero no hacemos nada por los hermanos humildes que a diario son victimas de atropellos sociales en este país «civilizado».

 

Si está en algún otro lugar paradisíaco, le pido a Dios que por favor vuelva; porque como vamos no creo que lleguemos enteros o cuerdos a nuestro quinquenio.

 

Para los que nos quedamos aquí, abracen a los suyos y perdónense, que el diablo anda suelto.