Cada cierto tiempo cuando se me presentan ciertas situaciones en la vida, me someto casi mecánicamente a un auto análisis del «yo mismo» y mi desarrollo a lo largo de mi vida; ya que por alguna razón por más que haga en mi vida personal, profesional, artística o familiar; no logro quitarme de encima esa sensación que todavia me falta algo por hacer.
Por cuestiones de la vida me tope con una información que me dejo impresionado. La imagen que ven muestra la cantidad de satélites (activos e inactivos), escombros, piezas de cohetes, etc.; que rondan sobre nuestras cabezas.
Sin duda ya todos lo saben. Programas educativos, manualidades, cocina, historia etc. Las televisoras lo saben, los productores lo saben, los publicistas y cineastas; y la gente inconscientemente asimila toda la información presentada en bandeja de plata. Obviamente hay otras condiciones humanas que son reacciones por la exposición de videos y sonidos atreves de la televisión, pero no me enfocaré en eso ahora.
Partiendo de esta premisa, hagamos el ejercicio de evaluar el contenido de los programas en un rango de 20 años promedio y notarán un cambio drástico en la manera que la televisión hoy en día nos «entretiene». Y cuando hablo de contenido, solo me refiero a la programación más básica que un panameño de clase media puede llegar a costearse.